Hace un tiempo ya que me pidieron que escribiera algo de mi vida para una revista, una especie de mini biografía. Incómodo resultó hablar en primera persona, pero grato porque poco a poco recordé pasajes de mi vida en alguna de sus facetas. Mi vida de pintor, de aficionado a la música y la poesía, mi vida de deportista, de padre de familia, de hombre enamorado de su pueblo y de maestro. Ahora me piden que rememore mi faceta de maestro.
Llegué al magisterio sin que estuviera en mis planes. Yo ingresé a la Escuela de Bellas Artes en abril de 1947, tenía un gran entusiasmo por ser pintor y contaba con el apoyo de mis padres. Al iniciarse el segundo año empecé a pintar al óleo, a pesar de que según el programa de la Escuela los cuatro primeros años eran solo de dibujo. Los primeros días de mayo de 1948, mi papá llegó de Huaraz, muy delicado de salud. Yo, llevado por el entusiasmo de haber pintado mis primeros cuadros al óleo, se los quise mostrar. Los tocó y sus ojos se llenaron de lágrimas mientras me decía: «no los puedo ver». Yo recién me enteraba que él había perdido la visión. Se me hizo un nudo en la garganta y lloré, mi padre me palmoteó en la espalda y dijo: «estoy seguro de que están bien y me abrazó. Poco tiempo después, el 30 de mayo, murió en mis brazos.
Esta circunstancia inesperada y dolorosa dio paso a mi nueva carrera que iría paralela a la de pintor. Busqué trabajo para costear mis estudios y ayudar a mi madre y a mis 8 hermanos. Fue así como una señora amiga me ofreció ocupar el cargo de profesor de primaria en el Colegio Particular «Santa Rosa» de Chosica. Acepté la propuesta condicionándola a que fuera solamente tres días por semana para no interrumpir mis estudios de pintura.
Así se inicia mi carrera magisterial que duró 48 años ininterrumpidos. Poco a poco me fui acostumbrando y fui agarrándole cariño, llegando esto a ser parte de mi vida. Vincularme a la juventud, compartir sus inquietudes, sus sueños, sus esperanzas, conocer sus alegrías y tristezas fue muy importante. Aprendí mucho de ellos. Yo les brindé confianza, cariño y comprensión. Ellos, mis alumnos, me correspondieron plenamente.
Me preparé lo mejor que pude para inculcarles valores que les pueda servir en su vida futura, no me quejo de los resultados. Los primeros cuatro años los hice viajando tres veces por semana a Chosica. Para ello, tenía que levantarme a las 5:30 de la mañana y en el Parque Universitario de Lima, tomar un ómnibus que partía a las 6:30. A las 7:45 estaba en Chosica, gozando de su agradable clima. Desayunaba en el colegio.
Mis clases eran de 8 a 12 y de 2 a 5pm. Enseñé los cursos de letras en primaria y Educación Artística en secundaria. Colaboré con poemas y dibujos en la revista del Colegio. Participé en las actuaciones y me gané el cariño y respeto de los colegas y alumnos. Muchas son las anécdotas que podría contar, sólo mencionaré dos casos.
El primero: Un alumno de 4to año de Primaria llegaba diariamente al colegio acompañado de su empleada que lo traía de la mano, así también lo recogía. En clase, el alumno era tímido, silencio, introvertido. No participaba, no respondía a las preguntas de los profesores y sus notas eran malas. En los recreos no jugaba con sus compañeros. Un buen día decidí que debería quedarse después de clase, media hora cada día y sin costo alguno. Sus padres aceptaron. Con el correr de los días me gané la confianza, lo preparaba en sus cursos y le enseñaba la manera como debería estudiar. En una oportunidad me dijo que no aprendía, que se sentía un poco burro. Le dije que le demostraría que no era cierto y le pedí también que al colegio no llegara acompañado de su empleada, ni que ni lo recogieran. Él debía ir solo. Sus padres acataban mis consejos. En pocos meses fue cambiando su comportamiento, y mejoraron sus notas. Al entrar al 5to de Primaria, él era un alumno estudioso y amigable. Me agarró cariño, lo mismo sus padres con quienes conversaba y me invitaban con frecuencia a su casa. Lo perdí de vista cuando a fines del 51 dejé Santa Rosa, pero unos 15 años después tocaron a la puerta de mi casa en Lima. Era un joven de 25 años que me dijo: “yo fui su alumno en Chosica, he terminado mis estudios universitarios y soy profesional, creo que se lo debo a usted, no lo he olvidado, lo recuerdo con mucho cariño, reciba mi saludo y este pequeño presente”. Nos abrazamos con gran emoción.
Muchos gratos recuerdos conservo de mi paso por el Santa Rosa de Chosica. Mencionaré uno más:
Recuerdo aquel mes de mayo, a tres días del Día de la Madre. El padre Blanco, director del Colegio, me designó para tomar la palabra en la actuación central. Desde ese momento me sentí emocionado y nervioso, nunca había tomado la palabra. El director confió en mí. El día sábado el patio estaba lleno de gente, maestros, alumnos, padres de familia y la banda del colegio. Yo sentía deseos de escapar, me sudaban las manos, pero llegó mi turno que era el número central. Anunciaron mi nombre, aplausos y traté de aparentar serenidad. Hablé emocionado, modulando mi voz y tratando de impactar (pensé en mi madre distante). Al terminar, me aplaudieron de pie. Se me acercó el padre director muy emocionado y con lágrimas en los ojos me dijo: «no pensé que usted me hiciera llorar, mi madre está en España»
Con mucha pena, a fines de 1951, dejo Santa Rosa de Chosica, por una propuesta para trabajar como profesor en el Colegio Nacional Hipólito Unanue de Lima. Así me sería más fácil compartir mi labor docente con mis estudios en la Escuela de Bellas Artes.
El Director del Unanue era el Dr. Víctor Vera Cubas y el de Bellas Artes el pintor Juan Manuel Ugarte Eléspuru. Por mi mente no pasó ni un momento que en ese colegio me quedaría más de 30 años. Ingresé muy joven y poco a poco me fui acostumbrando a allí. Hice gran amistad con los profesores, el personal administrativo y la gente de servicio. Con el tiempo me gané el cariño y la amistad de los alumnos. Enseñé Educación Artística del primero al quinto de secundaria. Trabajé con entusiasmo y entrega, organicé concursos de pintura y dibujo, mis alumnos ganaron más de un concurso interescolar, alcanzando el colegio un merecido prestigio. Con el apoyo de los profesores, realizamos concursos de poesía, oratoria, canto, saliendo elementos que alcanzarían gran prestigio. Mencionaré a César Calvo y Arturo Corcuera en poesía, en Oratoria a Merino Luyo, que se clasificó como campeón sudamericano del Saber, a Víctor Escalante magnífico diagramador de prestigio nacional, a Juan Ayzanoa, pintor, mención honrosa en la Bienal Internacional en Brasil ; caricaturistas como Antonio Osores, cantantes como Arturo (Zambo) Cavero ampliamente conocido. Sería largo enumerar los valores que ha dado el Hipólito Unanue. Por esa época del 60 al 70 se dimos gran importancia al deporte (atletismo, fúlbol, basquet). Éramos un grupo entusiasta de profesores que junto al entusiasmo del director Dr. Luis Ego Aguirre, organizamos Campeonatos de Fulbito, Basquet y los primeros juegos magisteriales de fútbol entre profesores, logrando el título más de una vez (en fulbito teníamos un equipo muy difícil de vencer).
Yo jugaba de arquero y mis defensas eran el Dr. Ego Aguirre (ex jugador del Boys) y Prisco Alcalde, jugador internacional. Este último solía decirme antes de algún partido importante: » Profesor Corcuera, no se preocupe, tranquilo nomás en su arco que aquí estoy yo y no pasará ni una mosca y si pasan allí está usted». Prisco ponía alegría y mucho entusiasmo antes de los partidos, era el entrenador de fútbol de los alumnos. Debo recordar que del Unanue salieron: Rostaing, Lara, Bazán, que jugaron por Alianza Lima, Percy Rojas y Gastulo que jugaron por Universitario y más recientemente Flavio Maestri, hoy en España e integrante de la selección nacional.
Del Unanue salieron atletas, como Salazar, corredor que llegó a campeón interamericano y no debo olvidar a Zambrano luchador varias veces campeón sudamericano. Asimismo, en el Billar, tenemos al campeón mundial Adolfo Suarez.
Volviendo a las actividades culturales, diré que con el apoyo de los profesores, Norero, Ayala, Juan Castillo, organizamos un extraordinario recital con la participación de 7 premios nacionales de Cultura: Alejandro Romualdo, Paco Bendezú, Francisco Izquierdo Ríos, César Calvo, Arturo Corcuera, Mario Florián y Ricardo Falla. Caso único en el Perú.
El Festival de Coros que organizamos también merece mención, fueron los mejores coros del Perú y la Camerata que dirige Manuel Cuadros Bar. El profesor Ayala dirigió el coro del colegio y tuvo brillante actuación.
Por estos tiempos, las actuaciones en el patio del colegio eran inmejorables, teniendo como apoyo a dos grandes músicos profesores del plantel, Lorenzo Humberto Sotomayor y Alejandro Hernández, el Manolete. Pianista y compositor el primero y pianista muy fino el segundo.
Es por eso, y por tantas otras grandes cosas que considero del 60 al 80 como la época de Oro del Colegio y en la que brillantes maestros dejaron lo mejor de sus conocimientos en bien de la juventud unanuina. A ellos mi homenaje y emocionado recuerdo. Mencionaré algunos nombres: Dr. Emilio Champon, Dr. Nicolás Saravia Quiroz, prof. Nicolás Moreno, prof. Jorge Zamudio, prof. Eleuterio Vargas, Ramiro Guerra, Guido Vidal, Demetrio Quiroz Malca, Lorenzo Humberto Sotomayor, Alejandro Hernández, Alejandro Núñez Arce, Manuel Cuadros Bar, José Ayala Torres, Aldo Norero, Oscar Correa, Alfonso Barrantes Lingán, Prof. Saldarriaga, porf, Univaso, prof. Bonceval, etc.
En el año 1963 inicié mi gran anhelo de hacer pinturas murales en la fachada y en el interior del colegio, para ello conté con el apoyo del Director Dr. Luis Ego Aguirre, y de muchos profesores y alumnos así como de la Asociación de Padres de Familia.
El primer mural al fresco lo hice en la fachada principal del colegio, 25 m2 La inauguración fue el 13 de Agosto de 1963, siendo padrinos, el Dr. Jorge Basadre (ministro de Educación), Anita Fernandini de Naranjo (alcaldesa de Lima). El maestro muralista Carlos Quíspez Asín, al verlo, me felicitó y me dijo: «Este mural tiene el encanto de un tapiz chino».
Seguí haciendo murales con técnica al fresco, es así como el 18 de noviembre de 1973 se inauguraron tres, como un homenaje a los 25 años de fundación del colegio (2.70 x 1.80). En noviembre del 1977 termino el sexto mural y así seguí haciendo otros hasta completar 12 en 1980.
Debo mencionar también como un grato recuerdo el gesto de los alumnos del 5to año (1979) que acuerdan tomar mi nombre para su promoción. Realizaron una gran fiesta en mi honor que culminó con un baile al compás de la orquesta de Freddy Roland (27 de diciembre de 1979). En mi paso por el Hipólito Unanue también fui profesor vespertino, y luego pasó a funcionar en Prolongación Cangallo 758, La Victoria, siendo el primer Colegio Vespertino del Perú. En Marzo de 1962 pasó a formar parte del Felipe Santiago Salaverry siendo su primer director el Dr. Reynaldo Dulanto.
Muchos años formé parte de la directiva del sindicato de profesores ocupando el cargo de secretario de cultura (12 años). El sindicato desempeñó un importante papel defendiendo los derechos de los maestros a nivel nacional.
Así fueron pasando los años en Hipólito Unanue brindando conocimientos, esfuerzo y cariño al plantel y a los alumnos. Como no recordar las muchísimas veces en que tomé la palabra en actuaciones y en muchos casos para despedir a maestros que se retiraban del plantel. Cuántas anécdotas podría contar: En una actuación en el que asistía Jorge Basadre, inesperadamente, un ex- alumno cruzó la formación de los alumnos interrumpió un momento solemne y subiendo al estrado hizo una venia al Dr. Basadre y demás invitados y dijo: «quiero que me permitan dar un abrazo a mi querido maestro el profesor Corcuera», luego se retiró -todos me miraron sorprendidos…
En otra oportunidad, un ex-alumno que había dejado el colegio 12 años atrás, regresó de Francia (París) y del aeropuerto se dirigió a mi casa. Al tocar la puerta salí, nos miramos, me dio un abrazo muy emocionado y me entregó en una caja un terno de pana color azul y me dijo: A usted le debo mucho de lo que soy, reciba este regalito. El terno azul de pana existe aun, Arturo (mi hermano poeta) y yo nos turnamos el uso de este en las grandes ceremonias.
En otra ocasión, estando en el patio del colegio conversando con unos colegas, un religioso joven se acercó a saludarnos. Me puso en el cuello una cadena con una cruz de acero inoxidable y me dijo: «Esta cruz me la han entregado hace algunos minutos al ordenarme. He pensado en usted y creo que por lo mucho que le debo, usted merece tenerla antes que mis padres». Me abrazó y unas lágrimas corrieron por sus ojos y los míos ante la mirada de los colegas que nos acompañaban. Han pasado muchos años, ese ex-alumno es Presidente Mundial de ASOPASCO, Asociación Mundial por la Paz del Continente y su sede está en Nueva York.
Sería largo seguir enumerando las anécdotas que guardo como un grato recuerdo de mi paso por el Hipólito Unanue y el cariño que siempre me brindaron los alumnos. Han pasado muchos años desde que dejé el Unanue pero siempre recibo llamadas de saludo y muchas invitaciones de quienes fueron mis alumnos y ahora buenos profesionales.
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