Mi vida (Lima, 1992)
El arte lo llevo en la sangre. Mi padre (Óscar E. Corcuera), que fue absorbido por la magistratura, cultivaba la pintura, la poesía y el periodismo. Dejó mucho material suelto: obras de teatro, poemas, cuentos, dibujos y pinturas. En su juventud fue fundador de algunas revistas como “La Patria” y “Golondrinas” que dirigió, y que se editaban en su tierra natal, Contumazá.
A mi madre, Ana María Osores Amoretti, le gustaba la música, tocar guitarra y cultivar flores en sus macetas. Soy el tercero de 10 hermanos: Marco Antonio y Arturo son poetas conocidos, y mi hermano Carlos, como el suele decir, es el “normal de la familia”, el gustador y celebrador de todo lo que hacemos. Maruja, Teresa, Zoila, Nelly, Ana y Consuelo completan el cuadro familiar, también varias de ellas tienen aptitudes artísticas que se reflejan en el canto y en la orfebrería.
Me casé con Olga Ríos Rivas, leal compañera y apoyo significativo en mis trabajos. Soy padre de una familia numerosa: Rocío, Belinda, Óscar, Perla y Rosavel, todos tienen mejores condiciones que yo para el arte; la vida les obligará a encontrar sus caminos.
Cuando pinto lo hago internándome en la tierra. Nunca he seguido los ismos importados de moda. Pinto lo que considero mi verdad, sin pensar en la ajena ni en el gusto de la crítica. Me inspiro en el paisaje andino, que lo llevo dentro de mí; en el hombre del campo, con todo lo que pesa sobre él. Comencé pintando al aire libre como los impresionistas, a los que admiro profundamente. Fue precisamente con un paisaje que gané mi primer premio de pintura.
He nacido en Contumazá, un hermoso pueblo de Cajamarca, pero he recorrido todo el Perú enriqueciéndome con el contacto de su gente, de sus callecitas, de su lluvia, de sus campesinas, que con el color de sus polleras le dan alegría al paisaje.
He pasado, en mi juventud, largas temporadas junto al mar. Así que sé también sus secretos a través del azul verdoso de las olas y el rojo intenso de sus crepúsculos. Mi paleta ha recogido sus colores en todas sus gamas, que van del mar a los arenales, deteniéndome también en las viviendas marginales. Hice una exposición que, bajo la motivación de Neruda, titulé: “Residencia en la Arena”, donde asoma también, en medio del esplendor de un atardecer, la soledad del desierto y de los pobladores olvidados.
Los caballos también han sido un tema que me apasionó por un tiempo. Seguramente, tenía fijos los recuerdos de haberlos visto por los caminos, en mi niñez, en Contumazá. Yo mismo solía montar y realizar largas caminatas. Mi hermano Arturo, refiriéndose a la muestra que hice sobre caballos, escribió: “Yo veo en los ojos de estos caballos todo el horror empozado, la infinita tristeza y el desamparo profundo del hombre peruano en esta hora aciaga”.
Estudié pintura en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Fueron 14 años preciosos. Aprendí pintura, grabado, dibujo, pintura mural al fresco. Mis maestros fueron: Don Carlos Quíspez Asin, Sabino Springett, Juan Manuel Ugarte Eléspuru y Gutiérrez Infanta. No olvido sus enseñanzas llenas de sabiduría y de bondad. Don Carlitos, le decíamos a Quíspez Asin, los que más lo queríamos. Otros lo llamaban “Chaparro”. El se reía, era muy conversador y un gran contador de anécdotas. Nos refería su amistad con Salvador Dalí, a quien le hizo un retrato. Nos hablaba también de su hermano César Moro.y alguna vez nos leyó sus poemas. Don Carlitos era severo y exigente con sus alumnos. “Usted siempre me pide consejos -me dijo un día- pero casi nunca los toma en cuenta”.
En otra oportunidad, con ese afecto generoso de gran maestro, me dijo: “Usted tiene un buen dominio del color que ya lo quisiera yo”. Su desprendimiento llegaba a esos extremos.
Springett se detenía un buen rato en cada trabajo de sus alumnos y nos hacía importantes observaciones. Nos daba consejos. Él consideraba que yo pintaba como se me daba la gana. Una vez, viendo un paisaje mío, me dijo: “Tú pintas como Camilo Pizarro, guardando las distancias, desde luego”. Recién supe aquel día que existía aquel pintor. Tal vez en ese momento empezó mi interés por los impresionistas, entre los que Van Gogh y Gauguin ocupan un sitio de privilegio en mi corazón.
Juan Manuel Ugarte Elespuru fue también un gran maestro. La Escuela pasó su mejor momento bajo su dirección. Fue la época de oro. Todos lo respetábamos y lo admirábamos. Hasta por cariño, algunos lo llamaban el “Sordo”. Don Juan Manuel nos daba gran libertad para pintar, conversador como pocos y bromista de fina estirpe.
Gutiérrez Infanta ha sido uno de los mejores profesores de retrato que ha tenido la Escuela. También recuerdo a los hermanos Diego y Óscar López Aliaga y a Humberto Chávez Bayona, retratistas de los buenos.
Los años de la Escuela me significaron, además, buenas amistades: Miguel Ángel Cuadros, Tilsa, Quintanilla, Galdos Rivas, Lucy Rivera, Espinoza Dueñas, Zapata, Humareda, Humberto Chávez, Eulogio Contreras, Ángel Chávez, entre otros. Las enseñanzas de Don Carlitos (gran muralista) me ha dado la oportunidad de pintar varios murales: en la fachada del colegio Hipólito Unanue (15 m2), en la fachada del colegio Albert Einstein (18 m2), uno en homenaje a Tilsa (12 m2) realizado en la casa de mi hermano Arturo, otro en el Teatro Universitario de San Marcos (7 m2) y muchos más.
Cuando Don Carlitos vio el que hice en el Hipólito Unanue dijo: “Está muy bien, tiene el encanto de un tapiz chino”.
El paisaje del Callejón de Huaylas también me enseñó mucho, tanto como los maestros que tuve. Viví cuatro años en Huaraz. La cordillera Blanca y Negra se metieron hondo en mis ojos y en mis pinceles. Por eso se refleja tanto la tierra y el hombre de esa geografía escarpada en mi obra.
En Huaraz viví mi juventud deportista, jugaba de arquero en un equipo de primera división. Miro ahora con añoranza, como trofeo de mocedad, mis diplomas y medallas futbolísticas. El deporte, la poesía, la música popular han sido aficiones que me han acompañado toda mi vida.
He publicado tres libros de poemas y he compuesto muchas canciones, entre ellas “Arriba Alianza”, que se canta en los estadios y la difunden las emisoras de radio y televisión. Esta polca ha alcanzado la notoriedad que acaso no ha alcanzado mi pintura.
Me he dedicado 40 años al magisterio, la mayor parte del tiempo en el colegio Hipólito Unanue. Actualmente, continúo alternando el arte y la docencia en el colegio Alejandro O. Deustua. Enseñar me ha deparado infinitas satisfacciones. El contacto permanente con la juventud me ha enseñado mucho y me ha regalado recuerdos inolvidables.
Así es, a grandes rasgos, mi vida… sencilla como mi pintura.
Óscar Corcuera Osores.
Lima, 1992
El pintor Oscar Corcuera hace una semblanza conmovida de las diferentes etapas de su existencia, y descubre al lector sus añoranzas y predilecciones. Precisa, en breves trazos, la huella que dejaron en él el hogar de su infancia, sus maestros, los paisajes recorridos, el aura popular. Se siente satisfecho de ejercer la docencia y de haber incursionado en los diferentes caminos del arte, incluyendo la poesía y la música. En este número ofrece cuatro óleos y diversos grabados, que expresan su manera muy personal de creador.
El arte lo llevo en la sangre. Mi padre (Óscar E. Corcuera), que fue absorbido por la magistratura, cultivaba la pintura, la poesía y el periodismo. Dejó mucho material suelto: obras de teatro, poemas, cuentos, dibujos y pinturas. En su juventud fue fundador de algunas revistas: La Patria y Golondrinas, que dirigió, y que se editaba en su tierra natal, Contumazá.
A mi madre (Ana María Osores Amoretti), le gustaba la música, tocar guitarra y cultivar flores en sus macetas. Soy el tercero de 10 hermanos: Marco Antonio y Arturo son poetas conocidos, y mi hermano Carlos, como el suele decir, es el “normal de la familia”, el gustador y celebrador de todo lo que hacemos. Maruja, Teresa, Zoila, Nelly, Ana y Consuelo completan el cuadro familiar, también varias de ellas tiene aptitudes artísticas que se reflejan en el canto y en la artesanía, especialmente en la orfebrería.
Me casé con Olga Ríos Rivas, leal compañera y apoyo significativo en mis trabajos. Soy padre de una familia numerosa: Rocío, Belinda, Oscar, Perla y Rosavel, todos ellos tienen mejores condiciones que yo para el arte; la vida les obligará a encontrar sus caminos.
Cuando pinto lo hago internándome en la tierra. Nunca he seguido los ismos importados de moda. Pinto lo que considero mi verdad. Sin pensar en la ajena ni en el gusto de la crítica. Me inspiro en el paisaje andino, que lo llevo dentro de mí; en el hombre del campo, con todo lo que pesa sobre él. Comencé pintando al aire libre como los impresionistas, a los que admiro profundamente. Fue precisamente con un paisaje que gané mi primer premio de pintura.
Cuando pinto lo hago internándome en la tierra. Nunca he seguido los ismos importados de moda. Pinto lo que considero mi verdad. Sin pensar en la ajena ni en el gusto de la crítica. Me inspiro en el paisaje andino, que lo llevo dentro de mí; en el hombre del campo, con todo lo que pesa sobre él. Comencé pintando al aire libre como los impresionistas, a los que admiro profundamente. Fue precisamente con un paisaje que gané mi primer premio de pintura.
He nacido en Contumazá, un hermoso pueblo de Cajamarca, pero he recorrido todo el Perú enriqueciéndome con el contacto de su gente, de sus callecitas, de su lluvia, de sus campesinas, que con el color de sus polleras le dan alegría al paisaje.
He pasado en mi juventud largas temporadas junto al mar. Así que sé también sus secretos a través del azul verdoso de las olas y el rojo intenso de sus crepúsculos. Mi paleta ha recogido sus colores en todas sus gamas, que van del mar a los arenales, deteniéndome también en las viviendas marginales. Hice una exposición que, bajo la motivación de Neruda, titulé: “Residencia en la Arena”. Donde asoma también en medio del esplendor de un atardecer, la soledad del desierto y de los pobladores olvidados.
Los caballos también han sido un tema que me apasionó por un tiempo. Seguramente tenía fijos los recuerdos de haberlos visto por los caminos, en mi niñez, en Contumazá. Yo mismo solía montar y realizar largas caminatas. Mi hermano Arturo, refiriéndose a la muestra que hice, escribió: “Yo veo en los ojos de estos caballos todo el horror empozado, la infinita tristeza y el desamparo profundo del hombre peruano en esta hora aciaga”.
Estudié pintura en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Fueron 14 años preciosos. Aprendí pintura, grabado, dibujo, pintura mural al fresco. Mis maestros fueron: Don Carlos Quispez Asin, Sabino Springett, Manuel Ugarte Elespuru y Gutiérrez Infanta. No olvido sus enseñanzas llenas de sabiduría y de bondad. Don Carlitos le decíamos a Quispez Asin, los que más lo queríamos, otros lo llamaban “Chaparro”. El se reía, era muy conversador y un gran contador de anécdotas. Nos refería su amistad con Salvador Dalí, a quien le hizo un retrato. Nos hablaba también de su hermano César Moro. Alguna vez nos leyó sus poemas. Era severo y exigente con sus alumnos. “Usted siempre me pide consejos, me dijo un día, pero casi nunca los toma en cuenta”.
En otra oportunidad, con ese afecto generoso de gran maestro: “Usted tiene un buen dominio del color que ya lo quisiera yo” Su desprendimiento llegaba a esos extremos.
Springett se detenía un buen rato en cada trabajo de sus alumnos y nos hacía importantes observaciones. Nos daba consejos. El consideraba que yo pintaba como se me daba la gana. Una vez, viendo un paisaje mío, me dijo: “Tú pintas como Camilo Pizarro, guardando las distancias desde luego”. Recién supe aquel día que existía aquel pintor. Tal vez en ese momento empezó mi interés por los impresionistas, entre los que Van Gogh y Gauguin ocupan un sitio de privilegio en mi corazón.
Juan Manuel Ugarte Elespuru fue también un gran maestro.
La escuela bajo su dirección pasó su mejor momento. Fue la época de oro. Todos lo respetaban y lo admirábamos, hasta por cariño algunos lo llamaban el “Sordo”. Don Juan Manuel nos daba gran libertad para pintar, conversador como pocos y bromista de fina estirpe.
Gutiérrez Infanta ha sido uno de los mejores profesores de retrato que ha tenido la Escuela. También recuerdo a los hermanos Diego y Óscar López Aliaga y a Chávez Bayona, retratistas de los buenos.
Los años de la Escuela me significaron además buenas amistades, algunas incluso de años superiores: Miguel Ángel Cuadros, Tilsa, Quintanilla, Galdos Rivas, Lucy Rivera, Espinoza Dueñas, Zapata, Humareda, Humberto Chávez, Eulogio Contreras, Ángel Chávez. Las enseñanzas de Don Carlitos (gran muralista) me ha dado la oportunidad de pintar varios murales: en la fachada del colegio Hipólito Unanue (15 m2); en la fachada del colegio Albert Einstein (18 m2); uno en homenaje a Tilsa (12 m2) realizado en la casa de mi hermano Arturo; otro en el Teatro Universitario de San Marcos (7 m2).
Cuando Don Carlitos vio el que hice en el Hipólito Unanue dijo: “Está muy bien, tiene el encanto de un tapiz chino”.
El paisaje del Callejón de Huaylas también me enseñó mucho, tanto como los maestros que tuve. Viví cuatro años en Huaraz. La cordillera Blanca y Negra se metieron hondo en mis ojos y en mis pinceles. Por eso se refleja tanto la tierra y el hombre de esa geografía escarpada en mi obra.
Años en Huaraz de mi juventud deportista, jugaba de arquero en un equipo de primera división. Miro ahora con añoranza, como trofeo de mocedad, mis diplomas y medallas futbolísticas. El deporte, la poesía, la música popular han sido aficiones que me han acompañado toda mi vida.
He publicado tres libros de poemas y he compuesto muchas canciones, entre ellas “Arriba Alianza”, que se cantan en los estadios y la difunden las radios y la televisión. Esta polca ha alcanzado la notoriedad que acaso no ha alcanzado mi pintura.
Me he dedicado 40 años al magisterio, la mayor parte del tiempo en el colegio Hipólito Unanue. Actualmente continúo alternando el arte y la docencia en el colegio Alejandro Deústua. Enseñar me ha deparado infinitas satisfacciones. El contacto permanente con la juventud me ha enseñado mucho y me ha regalado recuerdos inolvidables.
Así es, a grandes rasgos, mi vida… sencilla como mi pintura.
Óscar Corcuera.
Oscar Corcuera | Copyright © 2021. All rights reserved. Design by www.kdx.pe